domingo, 23 de septiembre de 2007

Según la moraleja

Y seguimos con los jaguim. El próximo de la lista es Sucot, cuyo primer día es este jueves 27, es decir el 15 de tishrei del 5768. Como todo jag, deja sus enseñanzas y yo decidí elegir una de ellas: "las diferencias son lo que nos hacen especiales". Así como los 4 frutos de Sucot, los colores del arcoiris, o nosotros mismos, tenemos todos características particulares. Eso es justamente lo que nos hace únicos.
¡JAG SAMEAJ!
Chur.


La leyenda del arco iris
Cuentan que hace mucho tiempo los colores empezaron a pelearse. Cada uno proclamaba que él era el más importante, el más útil, el favorito.
El verde dijo: “Sin duda, yo soy el más importante. Soy el signo de la vida y la esperanza. Me han escogido para la hierba, los árboles, las hojas. Sin mí, todos los animales morirían. Mira alrededor y verán que estoy en la mayoría de las cosas”.
El azul interrumpió: “Tú sólo piensas en la tierra, pero considera el cielo y el mar. El agua es la base de la vida y son las nubes las que la absorben del mar azul. El cielo da espacio, paz y serenidad.
El amarillo soltó una risita: “¡Ustedes son tan serios! Yo traigo al mundo risas, alegría y calor. Sin mí no habría alegría”.
A continuación tornó la palabra el naranja: “Yo soy el color de la salud y de la fuerza. Puedo ser poco frecuente, pero soy precioso para las necesidades internas de la vida humana. Yo transporto las vitaminas más importantes. Piensen en las zanahorias, las calabazas, las naranjas, los mangos y papayas. No estoy todo el tiempo dando vueltas, pero cuando coloreo el cielo en el amanecer o en el crepúsculo, mi belleza es tan impresionante que nadie piensa en ustedes”.
El rojo no podía contenerse por más tiempo y saltó: “yo soy el color del valor y del peligro. Estoy dispuesto a luchar por una causa. Traigo fuego a la sangre. Sin mí la tierra estaría vacía como la luna. Soy el color de la pasión y del amor; de la rosa roja, la flor de pascua y la amapola”.
El púrpura enrojeció con toda su fuerza. Era muy alto y habló con gran potencia: “Soy el color de la realeza y del poder. Reyes, jefes de Estado, obispos, me han escogido siempre, porque soy el signo de la autoridad y de la sabiduría. La gente no me cuestiona; me escucha y me obedece”.
El índigo habló mucho más tranquilamente que los otros, pero con igual determinación: “Piensen en mí. Soy el color del silencio. Raramente reparan en mí, pero sin mí todos serían superficiales. Represento el pensamiento y la reflexión, el crepúsculo y las aguas profundas. Me necesitan para el equilibrio y el contraste, la oración y la paz interior."
Así fue cómo los colores estuvieron presumiendo, cada uno convencido de que él era el mejor. Su querella se hizo más y más ruidosa. De repente, apareció un resplandor de luz blanca y brillante. Había relámpagos que retumbaban con estrépito. La lluvia empezó a caer a cántaros, implacablemente. Los colores comenzaron a acurrucarse con miedo, acercándose unos a otros buscando protección.
La lluvia habló: “Están locos, colores, luchando contra ustedes mismos, intentando cada uno dominar al resto. ¿No saben que Dios los ha hecho a todos? Cada uno para un objetivo especial, único, diferente. Junten sus manos y vengan conmigo”.
Dios quiere extenderlos a través del mundo en un gran arco de color, como recuerdo de que los ama a todos, de que pueden vivir juntos en paz, como señal de esperanza para el mañana".
Y así fue como Dios usó la lluvia para lavar el mundo. Y puso el arco iris en el cielo para que, cuando lo veamos, nos acordemos de que tenemos que tenernos en cuenta unos a otros.

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