sábado, 18 de abril de 2009

La Shoa - Nota 1


Como todos los años, seremos parte del acto en memoria de los 6.000.000 de judios asesinados en la Shoa. El mismo se hara en el Auditorio Belgrano (Virrey Loreto 2348); nos encontraremos en Malabia y Corrientes a las 18:30 para ir hacia alli en colectivo (el 65). Quien no llegue o no le convenga venir pero quiera participar, busquenos en el Auditorio cerca de las 19:30 hs.

El Holocausto no fue una erupción de violencia bruta sino una masacre perpetrada SIN ODIO gracias a un sistema de producción industrial de muerte puesto en práctica frente a la silenciosa indiferencia de la mayoría de la población alemana y la complicidad de Europa y el resto del mundo. Limitar entonces la Shoá a la violencia nazi es un enfoque excesivamente restrictivo y peligroso pues olvida las profundas raíces europeas del nacionalsocialismo.
El nazismo actuó como una contrarrevolución, impregnado de muchos elementos del siglo XIX como el imperialismo, el eugenismo, el nacionalismo, el antisemitismo y el antibolchevismo, sintetizando muchos de estos elementos y alcanzando su máxima expresión.

El nazismo no veía a los judíos como un pueblo retrasado o salvaje sino como su principal enemigo. Los judíos (sin raíces, calculadores, cosmopolitas y enemigos de la Nación y el orden) eran el virus que era necesario extirpar para reestablecer un orden duradero y eliminar la raíz del mal. Los nazis serían así los salvadores de la civilización europea amenazada por un mundo político subterráneo controlado por los judíos; su destrucción sería la liberación.

Las cámaras de gas y los hornos crematorios son el punto máximo alcanzado luego de un largo proceso de deshumanización e industrialización de la muerte, que pasa de ser un espectáculo del sufrimiento a un procedimiento técnico impersonal, silencioso, eficaz y rápido. La burocracia tuvo un papel irremplazable en el genocidio pues se convirtió en el principal órgano de transmisión y ejecución. El celo en la aplicación de las medidas se refería tanto a un hábito profesional como a una indiferencia generalizada; el ejecutor no se sentía molesto por su tarea sino que consideraba que solo cumplía órdenes. La Shoá es entonces el proceso de la muerte en serie ejecutada por pequeños funcionarios.

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