Ioná fue un profeta de Israel que recibió una orden de Di-s: ir a Ninvé, la capital del Imperio asirio y advertirle a su población sobre su próxima destrucción, por su muy mala conducta (robaban, engañaban a la gente, no querían a Di-s...) a menos que se arrepientan.
Ioná no quería ir a Ninvé por lo que decidió escaparse a Tarshish, para que Di-s no hable con él. Mientras navegaba hacia allí, se levantó una tormenta por donde pasaba la embarcación, haciendo peligrar al barco y a su gente. Mientras Ioná se acostó a dormir, la tripulación comenzó a invocar a sus dioses sin resultado. Al notar que la tempestad no era habitual, hicieron un sorteo para determinar quién era el responsable de esta tormenta. El sorteo recayó sobre Ioná.
Él dio a conocer su identidad y el motivo de su culpa y les dijo que el mar se calmaría únicamente si lo arrojaban al mar. Los marineros tiraron a Iona y un enorme pez se lo tragó. Estuvo allí durante tres días. Se arrepintió de querer escaparse de Di-s y compuso un himno por lo que el pez lo despidió a la orilla. Iona se dirigió a Ninvé y anunció que si no se arrepentían, la ciudad será destruida. Las personas comprendieron las palabras del profeta; ayunaron y devolvieron lo robado.
Tal como sucedió en Ninve, D”s responde a la teshuvá (reflexión, perdón) de la gente y le brinda nuevas oportunidades. Frente a esta historia, les proponemos que se pregunten: ¿cómo es nuestra actitud en Iom Kipur? ¿Nuestros pedidos de disculpas y arrepentimientos por las acciones realizadas es superficial o firme y duradera? ¿Realmente llega a nosotros ese cambio? ¿Cuáles proyectos tenemos para el futuro?.
Tizku le Shanim Rabot!!!
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